domingo, 5 de junio de 2011
Un mago taiwanés permanece bajo tierra durante 100 horas
El joven mago, conocido sólo por el sobrenombre de Igo, se metió el pasado domingo dentro de una cabina de teléfonos y se cubrió con 3,6 toneladas de tierra.
Para sobrevivir, y como único consuelo ante una situación tan claustrofóbica, contaba con un tubo con el que respiraba el aire del exterior. Además, los miembros de su equipo que le acompañaban en el exterior le proporcionaban agua cada dos horas.
Igo tenía instalados en su cuerpo sensores que reflejaban en un monitor todas sus constantes, tales como el ritmo cardiaco o la temperatura de su cuerpo. Ante cualquier señala de peligro, sonaría una alarma.
La mano que estaba en el exterior, y que había sacado por un orificio de la cabina, permitía a Igo escribir cualquier mensaje a su equipo o saludar a los visitantes que se fueron acercando hasta su enterramiento.
"Con esa mano podía interactuar con la gente y proporcionarnos importantes mensajes" durante los cuatro días que duró el experimento, dijo Chang Chia-lun, director de arte del Grupo de Teatro El espejo de Igo.
Tal y como estaba previsto, si Igo hacía gestos con el dedo meñique era señal de que debía ser sacado inmediatamente, pero esto finalmente no se produjo. Según Chang, el momento más crítico se produjo cuando, a las tres horas de ser enterrado, el ritmo cardiaco del mago se aceleró hasta las 220 pulsaciones, lo que hizo temer por su vida. 30 minutos después, la situación se estabilizó y el espectáculo pudo continuar.
Más de 10.000 personas le vistaron en algún momento. La mayoría de ellas chocó sus manos con la suya en señal de ánimo, muchos se hicieron fotos en el lugar y algunos de ellos le llevaron regalos y flores. Sin embargo, no todos quedaron igualmente sorprendidos. "Esto no tiene nada que ver con la magia, simplemente se trata de someter al cuerpo humano a un reto físico", aseguró Erica Chen, diseñadora de 30 años.
Segundos antes de que se cumplieran las cien horas, los ayudantes de Igo comenzaron a quitar las toneladas de tierra para llegar a la cabina de Igo, que salió de la cabina entre los vítores del público antes de ser introducido en una ambulancia y conducido a un hospital para ser examinado.
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