Mitad de la noche. El ladrón entró en casa por la cocina, tras romper la ventana. Se adentró sigilosamente en la vivienda, subió con parsimonia la escalera y comenzó a inspeccionar las habitaciones. Hasta que abrió la puerta de uno de los dormitorios.
Todo iba normal para Michael Harvey. Hasta que se encontró con la desagradable sorpresa de que quien estaba en la cama durmiendo era, precisamente, el policía que le había detenido la última vez, y que esta vez tenía el arresto en bandeja.
Harvey, de 32 años, cumplió ante el agente al pie de la letra, muy a su pesar, el dicho de que si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma, aunque se resistió a ello, ya que echó a correr por la casa para evitar ser detenido. Finalmente, sin embargo, el policía le atrapó y le condujo a comisaría.
Los hechos ocurrieron en la localidad inglesa de Ipswich. El ladrón se declaró culpable de intento de robo, y se lamentó de la “mala suerte” que tuvo al elegir, entre todos los blancos posibles, el domicilio del agente que tan bien le conocía. Fue condenado a tres años de prisión.
Según publicó el Daily Mirror, Harvey, con problemas de adicción con las drogas, es un delincuente tan habitual que ha pasado ya por los tribunales en 39 ocasiones. Cuando fue detenido por última vez acababa de cumplir, apenas dos semanas antes, 30 meses de prisión por otro robo.
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