Con las cámaras en director para garantizarse un puñado de entradas en Youtube, y explicando con parsimonia cada paso, Fredrik Hjelmqvist se tragó una pequeña cápsula de audio de tres centímetros de largo, similar a una de tantas pastillas que consumimos. Esta vez, sin embargo, incluía un minialtavoz, que le permitió reproducir la música desde el interior de su estómago.
Para ello, sólo necesitaba poner en marcha en su ordenador la página de música por internet Spotify, un amplificador y ponerse a bailar al son del ritmo que le marcaba, y nunca mejor dicho, su cuerpo. Es cierto que el sonido no superaba los mínimos estándares de calidad, pero también que el experimento salió como esperaba sin, que se sepa, haber sufrido efectos secundarios.
La música se escuchó durante tres horas, mientras aguantaron las baterías, suficiente para promocionar este invento al que ha bautizado como GutPod (por l apalabra inglesa "gut", tripa).
Vía: larazon.es
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